jueves, 31 de julio de 2008

VÉRTIGO

VÉRTIGO: Sensación de inseguridad y miedo a precipitarse desde una altura o a que pueda precipitarse otra persona.



El vértigo es el mal de alturas. El mareo que te entra cuando la caída que te espera si das un paso en falso es del cagarse. De las de “¡ostia, qué ostia!”. Ese es el vértigo malo. Pero también existe un vértigo bueno. Bueno, 2. Uno, la peli de Hitchcock. El otro viene a ser como la sensación que tendrías si tuvieras ante ti la montaña rusa más grande y emocionante que jamás te hayas imaginado. Tan impresionante y al mismo tiempo tan lejana que nunca podrías acceder a ella, pero que tienes claro que si tuvieras la ocasión de subirte, lo harías sin dudarlo.


- No te atreverías.
- Y un mojón, claro que me atrevería.
- No se yo, no te veo capaz.
- Anda vete al peo


-
Pero un día, un señor con traje y corbata, como los que llevo puestos ahora mismo en el tren de regreso a casa - nunca me siento cómodo con esta ropa, no va conmigo. Yo soy más del rollo “informal y despreocupado, natural y sencillo, ajeno a todas las modas y estereotipos”, que suena muy auténtico, pero que realmente significa abrir el armario, coger el pantalón de la primera percha, y la primera camisa, camiseta o polo que pilles, y hala, vístete que llegas tarde - , pues eso, un señor tan elegante que no puedes desconfiar de él (o sí), te ofrece un ticket para subirte a una de esas montañas rusas. Y te dices: "po fueno, po fale, pos total, es la oportunidad de mi vida, no la voy a desaprovechar". Vas para allá, muy gallito tú, camino a la montaña rusa más grande y emocionante que etc. etc… hasta que, cuando tuerces la primera esquina, y aparece al fondo, todavía lejos pero que ya empiezas a ver lo descomunal que es, te entra como un dolor de barriga. Ése es el vértigo.

- Ay ay ay, sí que es grande, sí. Ay ay ay a ver si va a ser demasiado para mí. Ay ay ay voy a reírme pero es que estoy cagadito…
- ¿Lo ves? Ya dudas.
- Nooooooooooooooooo.
- No poco, que te he oído. Te lo dije.
- Tú qué vas a decir, tú que vas a decir…

Y sigues tu camino, firme y decidido, sin mostrar miedo, para que el pesimista machacón que aún no has conseguido matar del todo no te toque la moral. Pero el tío no se calla, y cuanto más te acercas, más claro le oyes.

- ¡Toc toc!
- ¿Qué quieres ahora, cansino?
- Nada, nada,… sólo que… ¿no crees que está un poco lejos?
- Bueno, un poco sí. Pero tampoco tanto. Para eso se inventaron los aviones y el interné.
- Ya pero… que te subes sólo ¿eh? Lo mismo te viene grande…
- Lo sé, pero vale la pena. Y tampoco es para siempre, luego me bajaré y volveré con los míos.
- Mira que las cosas pueden haber cambiado cuando bajes. Mira que lo mismo no es gratis, que lo mismo luego tienes que pagar un precio.
- Que noooo, pesao
- Mira que las ventajas no son tantas como creías.
- Lo se, ya lo veo. Pero aún así, lo voy a intentar…
- ¿Y si te arrepientes cuando ya estás arriba?
- Pues me bajo.
- No podrás.
- Que sí, que puedo bajarme cuando quiera. Lo pone aquí, en el ticket, entre lo de “hay trenes que sólo pasan una vez en la vida” y lo de “viva una experiencia inolvidable”.
- ¿Y no sería un fracaso si te bajaras?
- … estoooo, … no… bueno… no se… ¡que no! Que eso da igual, que tampoco me voy a bajar.
- Tú mismo, tú mismo…

De hecho, aún no he llegado ni a mitad de camino hacia la montaña rusa, y ya tengo la primera recompensa: ¡1 día en París a gastos pagados! A cambio de sólo 2 o 3 horas de mi ¿valioso? tiempo intentando demostrarle a un señor entrevistador que, aunque mi inglés esté más oxidado de lo que pensaba, lo puedo arreglar. Que soy capaz de enfrentarme a la construcción de 4 torres de oficinas de trentaynosecuantas plantas durante 2 o 3 años. Y que voy a hacerlo bien.

Y, si se lo demuestro, luego tendré que demostrarme a mí mismo que 2 o 3 años pasan volando. Que aunque sólo podría venir con los míos 15 días cada 6 meses, vale la pena. Que también podrían venir ellos a verme. Y escaparme algún fin de semana, pagándome yo el billete. Que con lo que ganara, que aunque no es poco, no es tanto como decían al principio, al volver tendría medio piso pagado (si fuera capaz de ahorrar, que esa es otra...). Que es la mejor manera de seguir en lo que me gusta, sin aguantar la mierda de crisis ésta, y encima volvería con un currículum del cagarse. Que, como pone en el ticket, trenes así sólo pasan una vez en la vida. Buff qué bien suena todo, pero sólo pensarlo marea…

Se acerca el día, y el vértigo aumenta. Pero el optimista simpático y trabajador que está substituyendo al pesimista cabrón que antes vivía en mi cabeza (y que de vez en cuando vuelve con la excusa de que se le olvidó una cosa, pero realmente lo que quiere es recordarme que existe), hace su trabajo a la perfección:

- No se yo, lo mismo es verdad que me viene grande…
- ¡Que no, tontorrón, que ya verás como va todo bien!
- ¿Seguro?
- Seguro.
- ¿Entonces qué hago?
- Ya lo sabes, tira p’alante. De momento, disfruta de tu escapadita a París. Con lo que te gustan las fondues y las crêpes. Y la Torre Eiffel. ¡Y el Moulin Rouge!
- ¡AAAAAAAAAY OMÁ QUÉ RICA!
- Pues eso, vete a París y pásalo bien. Y que vaya todo como tenga que ir. No te preocupes tanto.
- ¿Y si me dicen que sí, qué?
- ¿Recuerdas lo primero que pensaste cuando te ofrecieron el ticket?
- Sí: Abu Dhabi mola…
- Pues eso. ABU DHABI MOLA.


1 comentarios:

Unknown dijo...

good blogging people!
You must use Vista.

Etiquetas