lunes, 15 de junio de 2009

LA ÚLTIMA LECCIÓN DE JESÚS

No, no es el Jesús que parece. No es el famoso Jesús de las barbas, vestido con una sábana y con un aro dorado en la cabeza, paseándose por el mundo en sandalias y convirtiendo agua en Absolut (cada uno se toma las metáforas como prefiere. Yo lo prefiero con zumo de naranja).
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Es otro Jesús. Es Jesús el de Bilbao, la ostia. El Jesús a quien conocí hace unos 2 años, cuando empecé en mi trabajo actual (el de España, no el del paréntesis en Abu Dhabi). Tampoco hemos coincidido mucho, sólo en las reuniones de delegados. Pero lo suficiente para poder ver que es de esas personas que llevan el suficiente tiempo en la empresa, y en la vida, como para que le escuches atentamente cuando te habla, porque siempre aprenderás.
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También tuve la suerte de coincidir con él en el taxi de Barajas a Alcorcón en el último (¿o era penúltimo?) curso que hice en Madrid (curso instructivo donde los haya, por supuesto), y encontrar un meollo - habitual, según nos dijo el taxista - en la M30, o M40, o la que sea. En ese trayecto de teóricos 20 minutos que se convierten por arte de magia en 60, pude disfrutar de su visión de la empresa, de a dónde creía él que iba a encaminarse (la empresa, se entiende) en esos momentos, donde ZP aún prohibía hablar de que fuera a haber ninguna crisis, y de las inminentes decisiones geniales que estaban a punto de llegar desde los de arriba, desde "los que nunca se equivocan". Y no falló ni una.
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Así que, al poco tiempo de conocerle, ya podías ver que tienes mucho que aprender de él, y mucho que escuchar, y al final ronda de preguntas.
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Jesús, aunque ya hace meses que debería de haberse jubilado, siempre se ha negado a dar el paso. Demasiadas ganas de trabajar, y demasiada energía como para desperdiciarla regando tu huertecico o jugando al mus.
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Pero, tras varios meses negociando con la empresa ("jubílate ya, Jesús, que ya toca." "Un poquito más, un poquito más.") la decisión la han tomado por él. Hasta el pasado viernes estuvo trabajando, como si la jubilación fuera un mito del que todos hablan pero en el que él no cree. Y ayer, mientras paseaba con su mujer, alguien se hartó de que no tomara la decisión, y la tomó por él. Su corazón dijo "hasta aquí hemos llegado, ya no lato más". Y se acabó Jesús.
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Y así, involuntariamente y sin que le diera tiempo a dar su opinión, Jesús nos dió su última lección:
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Jubílate sólo en caso de no poder prejubilarte, cumple con tu trabajo pero no seas su esclavo. Disfruta la vida, y trabaja para vivir, no vivas para trabajar.
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Hay gente que tiene tanto que enseñar, que hasta al irse para siempre lo hace dando lecciones.
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¡Agur Jesús!

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