domingo, 29 de junio de 2008

DE RAZONES, CORAZONES Y CAPARAZONES

Todo es relativo. Relativo al tiempo, relativo al espacio, relativo a la persona... relativo a todo. Y transitorio, también. Aunque no nos lo creemos, o lo creemos pero no lo vemos, o lo vemos pero no lo asumimos. Después de la tormenta siempre llega la calma, pero cada uno vive su tormenta a su manera. Para empezar, porque cada tormenta tiene su propio origen, su propia duración y su propia potencia. Y, por supuesto, porque cada uno tiene su propia forma de afrontarla, y sus razones para hacerlo a su manera. Y todas son correctas y todas son erróneas.
-
Es curioso cuando ves a alguien que está en un punto, como mínimo, parecido al que estabas tú hace un tiempo, digamos un año. Cuando se había derrumbado todo el atrezzo que formaba el decorado de la que creías que era tu vida, y te encontraste descolocado y con el interior más oscuro y desordenado que la habitación de la niña de The Ring. De hecho, todos (o casi todos) pasamos por ese punto tarde o temprano. Incluso repetimos. Y todos creíamos, o queríamos creer, que no pasaríamos por ahí, o que no volveríamos a pasar. Con las razones más absurdas para creerlo: que si el amor puede con todo, que si con todo lo que hemos luchado es injusto que no sirva para nada, que si se suponía que éramos la pareja ideal, que si con lo que yo te quería y lo que tú me amabas... ¡Pues no! ¡C'est finit! Ahí tienes tu corazón, coge una escoba y llévate todos los cachitos, que ya no lo quiero. Y si más que pedazos lo tienes hecho polvo, usa el aspirador para el coche que te regalé.

Y te vas. Con lo que queda de tu pobre corazón oxidado metido en la bolsa del aspirador, pensando que a ver dónde encuentras tú ahora un pegamento que pueda arreglar ese estropicio, y si podrás dejarlo todo como estaba, o quedarán fisuras que hagan que no sea tan bonito como antes. Pero como la naturaleza es sabia, empieza conviertiendo esa bolsica en un caparazón, como los de los gusanos de seda. Y, sin que tú te des cuenca, los restos de lo que antes era tu corazón, se van arrejuntando solos, para crear uno nuevo, más grande, más potente, más resistente y más rojo. Completamente sano. Y con cicatrices, sí (como temías). Pero que no son puntos débiles, sino refuerzos.
- ¿Y tardará mucho?
- Pues depende, no te preocupes, déjale curarse a su ritmo.
- ¿ Y cómo sabré que ya está curado?
- Lo sabrás y punto.
- ¿Y qué pasa con el caparazón?
- Ya se romperá cuando tenga que romperse.
- ¿Y si se rompe antes?
- No te preocupes, lo mismo aparece alguien que te lo rompe, y te ayuda a curarte mejor. Déjate llevar, que la vida son 2 días y no es cuestión de pasartelos sufriendo.
- ¿Y si no? ¿Y si vuelve a salir mal?
- Pues ya te saldrá otro caparazón más resistente aún, y vuelta a empezar...
- Es que yo no quiero volver a caerme.
- Pues es lo que hay. Sin riesgo no hay emoción, y sin emoción no hay vida. Pero vale la pena arriesgarse. Nos ha jodío si vale la pena...
- Y mientras tanto, ¿qué hago?
- Nada. Limítate a vivir, que no es poco.
- Es que me paso el día preguntándome por qué no ha funcionado, por qué ya no me quiere, por qué se ha curado antes que yo, por qué se ha estropeado todo, por qué los demás son felices y yo no...
- Yo también me hacía esas preguntas. Hasta que una gran amiga llamada Cristina me dió un consejo: cuando te vengan los dichosos "porqués" a la cabeza, oblígate a pensar en otra cosa. Es absurdo que te martirices con tantos "porqués", porque lo único que conseguirás será pasarlo mal, y no llegarás a ningún sitio. Total, ¿para qué? Para nada. No encontrarás respuestas, y aunque las encuentres... tampoco servirá de nada. Cuando estés en ese punto, lleva tu cabeza a otro sitio, vete a tomar algo con tus amigos, da un abrazo a tus padres y diles que todo va bien, ponte a ver la tele, hazte un sudoku, vete al cine a ver una de risa, llámame a mi, que aquí estoy, que los amigos estamos para eso... Y tenía razón.
- Qué fácil es decirlo. Pero no se si tendré fuerzas...
- No las necesitas. Vienen solas. Sólo es cuestión de tiempo volver a estar al 100%. Algunos tardamos más, algunos tardamos menos. Depende del aguante del corazón de cada uno, y del estado en que le quedó el día del Big Bang. Y aunque en esos momentos no ves la luz al final del túnel, está ahí. Ya llegarás, no hace falta tener prisa. No la busques, no fuerces la máquina, no corras para llegar antes. Pero tampoco te agaches bajo tu caparazón a esperar con los ojos cerrados, las orejas tapadas y tarareando canciones tontas para aislarte del mundo. Porque si corres, tal vez aparezca una falsa luz y te caigas por un hueco de ventilación del túnel. Y si te escondes bajo tu caparazón, tal vez la luz llegue antes de lo que esperabas, y no la veas pasar, y te pierdas la oportunidad de tu vida.
- Qué difícil...
- Nadie dijo que fuera fácil. Por eso mismo, no lo compliques más aún. Vive el día a día, y aprovecha el cariño que te ofrecen los tuyos. Como canta Rosendo: "mientras tanto, ya lo ves, seguiremos esperando. Mientras tanto, ya lo ves, ¿qué es lo que podemos hacer?"
- ¿Funciona?
- A mí me ha funcionado.

Así que aquí estamos. He tardado como un año en pasar del lado preguntón al lado sabelotodo. Un año más viejo, pero un siglo más sabio y más fuerte. Y es verdad, hay cosas que, por mucho que te las digan, no las crees, o las crees pero no las ves, o las ves pero no las asumes. Como el final del túnel. Pero todos acabamos saliendo de ahí tarde o temprano. Si queremos, todos. ¿Y ahora qué? Ahora a seguir viviendo, que no es poco. Hoy puede ser un gran día, duro con él...


1 comentarios:

albertico dijo...

Bueno bueno, te veo bien. Ala, ya sabes, a romper caparazones.

PD: Pues se ve que no era yo el único al que le gustaba usar los colorines, ¿eh? jeje.

Engaaaaa, ¡¡ nos vemos el finde !!

Etiquetas