sábado, 15 de marzo de 2008

CUANDO EL VINO SE CONVIERTE EN VINAGRE

Se levanta el telón. Te ves a tí mismo bajando a tu bodega (esa que no tienes), mirando entre los cientos de botellas de buen vino que tienes guardadas (esas que no podrías pagar, y que tampoco sabrías apreciar), y te encuentras con una, llena de polvo, que sabes que el dulce vino que dice contener se ha estropeado y estará más amargo que una piel de naranja untada en café sin sal.

Se baja el telón.

Se levanta el telón. Después de abrir la botella, y de oler su inconfundible olor a podrido, te sirves una copa, la pruebas y... efectivamente: vinagre, y del malo.
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¿Título del late show de La Sexta? SABÍAS A LO QUE VENÍAS.

Como ya he dicho, no tengo bodega ni botellas de vino. Así que haré algunos cambios:
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"bajar a la bodega" será "ir a la ciudad donde pasaste una época de tu vida";
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"botellas de buen vino" podrían ser "todos tus recuerdos";
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"la botella de dulce vino" la cambiamos por "recuerdos bonitos en una época y un lugar concretos";
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"el inconfundible olor a podrido" es ahora "ese malestar que sientes crecer según vas estando cerca de tu destino";
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y, finalmente, "probar el vino y que sea vinagre" se convierte en "los recuerdos dulces son ahora amargos".
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Pues así me he sentido hoy. Hemos ido a pasar el día a casa de mi hermano, ese piso que durante unos meses fué mi triste y solitario "hogar", en aquella ciudad de la que una vez formé parte. Sí, esa que está al lado del pueblo que una vez fué mi... mi... bueno, el pueblo en que viví una temporada. Había vuelto por allí alguna vez durante este tiempo, pero evitando estar mucho rato. Pero hoy ha sido más rato. Algún día tenía que hacerlo, tampoco es cuestión de no volver a ir a ver a mi hermano ni a las grandes personas que dejé allí (todos compañeros de trabajo) por un simple miedo a sufrir.
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De modo que hoy he recorrido la autopista que llegué a aprenderme de memoria. He buscado aparcamiento por esa zona en que tantos días y tantos noches di vueltas precisamente buscando aparcamiento. He comido en el salón en que la conocí. He estado en el sofá en que tantas tardes la lloré durante mi eterno stand by (gracias Miriam, por hacerlas más llevaderas. Ay, si tú quisieras y yo me dejara...). He pasado por las calles por las que tantas veces pasé con ella. Incluso he pasado por esa carretera que lleva a su pueblo ¿estaría ella en casa? no lo se pero... ¿qué más da? ¡Ah! y me he estremecido cada vez que me he cruzado con un coche como el suyo. Y en mi cabeza se ha formado un cócktail de nostalgia, melancolía, tristura, dulces recuerdos que ahora saben amargos (¿lo he dicho ya?), y esa sensación de soledad que me invade cada vez que pienso en ella.
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Ahora ya estoy en casa, la que nunca dejó de ser mi casa, y poco a poco se disipan los efectos de esta embriagadez de tristeza que no por prevista ha sido menos dolorosa. Es como esa resaca que te hace estallar la cabeza, y que la noche anterior, durante la penúltima copa, te avisó de que te daría los buenos días.
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A mí la resaca se me pasa con una aspirina. Esta noche, Jefe, Manolo, y quien se apunte al Tam, serán mi aspirina. Y en vez de tomármela con agua me la tomaré con unos cuantos combinados especiales "Jefe" (Absolut con zumo de naranja). Como cantaban los Platero: "Hoy me encuentro muy bien, voy a acabar borracho, no me importa la gente, no voy a ser decente, no voy a ser legal. Voy a ser un animal."
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¿Te parece una actitud poco madura? Tal vez, pero funciona.

1 comentarios:

albertico dijo...

Tío, empiezas a preocuparme un poco. Te veo muy triste últimamente. Sé que este último año ha sido muy duro para ti. Si escribir sobre toda esta melancolía te sirve, sigue. Pero me parece que te estás enterrando tu sin darte cuenta. A veces hablas como el que ha llegado al fin del camino y sabes que por la edad que tenemos, no es así. Nunca debe ser así.

Un abrazo campeón

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