viernes, 14 de marzo de 2008

LA VIDA SIGUE IGUAL...


Ayer visité una obra y allí me encontré a un antiguo compañero del colegio. Estuvimos un rato hablando y, de repente, te das cuenta: buff cuánto tiempo hace de eso ¿no? con 14 años que salí del colegio, y ya tengo 29... ¡más del doble!
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Son encuentros que, al menos en mi caso, hacen mucha ilusión (en el colegio aún no tienes tiempo de que te caiga nadie realmente mal, e incluso al gamberro de la clase, del que luego hablaré, le recuerdas con cariño), y en los que se suele hablar primero del ¿cómo te va? ¿a qué te dedicas? ¿qué es de tu vida? ¿tienes familia? (esta última suelo evitarla, para ahorrarme el predecible "Sí, y no veas lo feliz que soy con mi pareja y mis churrumbeles... ¿Y TÚ?"). Además, cuando tienen familia ya lo dicen sin que preguntes. ¿Quién te ha visto y quién te ve, David, con lo trasto que eras en el colegio, y ahora con tu hija de 4 meses?

Luego viene la parte que se podría llamar "Agente Secreto por un día". Es decir, empezar los dos a poner al otro al día sobre qué ha sido de éste o aquel: La macizorra de la clase que ya tiene críos ; El bala perdía, que ya no lo es tanto, feliz en una casita de un pueblo con su mujer y sus hijos; ¿Y qué habrá sido de la segunda en el ránking de tias buenas de la clase? ¿sabes algo de ella? Pues desde el colegio nada de nada, pero vi a su prima con bombo... Una cosa está clara: hace unos años te sorprendía enterarte de quién tiene hijos. Ahora eres tú el que sorprende a los demás diciendo que tú no los tienes.


Y finalmente salen los casos perdidos... o que prometían ser casos perdidos y que te alegra saber que hubo un momento en su vida en que dijeron "hasta aquí", y se tranquilizaron un poquito. Aquí el tema, siempre que me encuentro a alguien, es el mismo: El Sergio Escobar. Yo creo que cuando Matt Groening creó Los Simpson, para el personaje de Nelson se inspiró en el Sergio. ¡Es que hasta el peinado es el mismo! Ahora no, ahora es un chico formal, alto, buena planta, educado... cuando le vi por primera vez con su "nuevo yo" no le reconocía: casi le pido el DNI porque no me lo creía. Incluso cuando entró a trabajar una temporada de navidad en el Media Markt y nos encontramos allí, yo en la sección de discos, él en telefonía, y me encargó, to' educao, unas pelis del Van Damme (bueno algo tenía que quedarle, no se puede cambiar todo), se lo dije: Mira Sergio, te las encargo, pero que conste que de pequeño eras un hijoputa. Ya se que no viene a cuento, pero si te lo hubiera dicho en su día, ¡me machacas! Tienes razón Rubén, yo de pequeño me pasaba mucho. Pero he cambiado ¿eh? Bueno yo por si acaso no te provocaré, tampoco es cuestión de despertar a La Bestia y que tenga que volver a meterme el Bollicao de una pieza en la boca pa' que no me lo robes. Joder ¿yo hacía eso? Y más...


Y es que el Sergio era como un Cabrón, pero sin el "como". Si ibas a algún sitio y se acoplaba (nadie osaba decirle que no), una cosa estaba clara: La iba a liar. Tirar todos los periódicos de una librería al suelo. Obligarte a entrar a una tienda de chucherías y ver cómo se ponía como el kiko y no pagaba un duro. Gritarle a las ancianas por la calle y echarse a reír. Tocarle el culo a una tía y salir corriendo (de esa me enteré ayer. Se ve que se refugió en una obra y los señores profesionales de la construcción le defendieron con argumentos de peso como: "pero si te ha gustao, tontorrona" o "¿qué quieres, reñirle o que te lo vuelva a tocar?". Por lo visto, fué de las pocas veces en que pasó miedo, y se quedó tranquilito el resto del día, mientras los demás le decían "¿qué pasa Sergio? Hoy te ha tocado correr ¿eh?"). Y si intentabas aprovechar que estaba haciendo alguna de las suyas, y salir corriendo para darle esquinazo... ya podías ir preparándote el resto de la semana en el colegio: eras hombre muerto.

Es curioso que, como ya he dicho antes, lo recuerdes con cariño. Cosas de críos las suelen llamar. Dicen que es bueno que conserves toda tu vida al niño que fuiste dentro tuyo. Pero por suerte el Sergio (o Nelson, como queráis), no lo guarda. Y si lo hace, lo disimula muy bien.

Yo por mi parte soy igual de tímido cuando acabo de conocer a alguien. Sigo balbuceando y quedándome en blanco si ese alguien es una tía. Y si encima me atrae, yo creo que hasta sudo... Sigo igual de inseguro, y sigo teniendo mil sueños que tal vez nunca dé el paso de intentar cumplir (la guitarra acumula polvo en el garaje de casa; en Nueva Zelanda, Nueva York, Nueva Orleans y tantos sitios que empiezan por "Nueva" ya deben de tener asumido que acabaré no yendo; y algún día debería empezar a aprender a usar en serio programas de cálculo de estructuras si quiero dedicarme a eso). Sigo dejando lo importante para el final. Pero también sigo siendo un poco payaso cuando cojo confianza con la gente, y intentando ser yo quien diga la burrada definitiva que hace que todo el mundo me reproche "cómo te pasas", aguantándose la risa. Sigo disfrutando al ver sonreír a los que me rodean. Y continúo estando - o intentando estar - siempre ahí para mis amigos y seres queridos.

Si conservar actitudes / defectos / virtudes de cuando era niño es el llamado Síndrome de Peter Pan, entonces esto es Nunca Jamás. Lo que no se es dónde se esconde mi Wendy...

P.D. En homenaje a los profesionales de la construcción, sin cuya existencia yo no tendría trabajo:
Wendy, dondequiera que estés, aparece ya. ¡Que te voy a echar unos polvos mágicos que te harán subir al cielo!

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